sábado, 26 de noviembre de 2016

Ha muerto el hombre que sedujo al mundo

Cuando el 25 de noviembre del año 1956, Fidel Castro zarpó desde la costa de México,  a bordo  del Granma, con sus 82 acompañantes rumbo a las Costas de Cuba, esta acción sólo podía ser calificada como la mayor de las utopías,  semejante tropa se proponía liberar al pueblo cubano de las garras del dictador Fulgencio Batista, quien con un ejército de más de cuarenta mil hombres, mantenía al pueblo sumido en un régimen dictatorial y sangriento; pero al desembarcar en Cuba, las tropas del embrión del Ejército Rebelde, tras los primeros enfrentamientos con las tropas cubanas,  quedaron diezmadas y reducidas a doce hombres y  siete fusiles, entonces la utopía lo hizo gigante, cómo lo fue su caravana triunfal recorriendo la isla desde el  primero de Enero de 1959, cuando tras la huida de un Batista derrotado, El Comandante del Ejército Rebelde condujo las tropas, para hacer su entrada triunfal en La Habana.
Así, tras las primeras leyes de corte social, como las de Reforma Urbana y Agraria que ponían en manos del pueblo los bienes acumulados por unos pocos, nació la leyenda, el ídolo de masas, el ejemplo ante los demás pueblos de Latinoamérica, sobre todo,  por la firmeza de su pulso al estampar su firma, para expropiar  los bienes de las grandes empresas estadounidenses mayoritariamente dueñas de la economía cubana y ponerlos al servicio de los más desfavorecidos.
 De este modo Cuba, un pequeño país,  con una población de algo más de siete millones de habitantes, poco a poco, se vio ligada al mundo socialista, lo que empezó cómo una Revolución social, paso a paso se fue convirtiendo en una Revolución Socialista,  y Cuba se vio inmersa en la crisis de los misiles, se enfrentó a la invasión opositora en Playa Girón o Bahía de Cochinos (la definición depende de que lado del charco esté quien la mencione), pero en todos estos acontecimientos,  siempre la figura de Fidel estuvo al frente, hasta que, llegó el momento en el cual,  tuvo que decidir entre sumarse a la Perestroika y seguir a la URSS, o continuar su ruta “rumbo al socialismo”, ruta que no fue más que el camino al declive, a la decadencia, de un pueblo y su líder, huérfanos de ayudas, sumidos él,  y todo el pueblo  en la  miseria, pero aún así, superó la visita del Papa Juan Pablo I,  hasta que apareció Hugo Chávez y con este, los intercambios que dieron oxígeno, al líder, y al pueblo, pero no suficientes cómo para encontrar la puerta de la prosperidad y el bienestar, y "El comandante" aguantó el influjo de Benedicto XVI y seguramente influenció al más parecido a él, el Papa Francisco.
Hoy, este hombre ha muerto, se marcha de este mundo,  con sus luces y sus sombras, con su carisma, ese que hace que,  al encender la radio o la televisión, en el mundo entero no se hable de otra cosa más que de él. Cuando pasen los años y desde la distancia,  la Historia Universal analice la figura de Fidel Castro no le será fácil a los historiadores encontrar su sitio justo, en nuestro caso, los cubanos, tenemos que dejar a un lado nuestras posiciones políticas e ideológicas y sólo pensar en que,  nos tocó compartir  nuestro tiempo, el mejor y el peor,  con un hombre que, condujo a nuestro pequeño país,  al centro de la historia seduciendo al mundo.