Cuando
el 25 de noviembre del año 1956, Fidel Castro zarpó desde la costa de México, a bordo del Granma, con sus 82 acompañantes rumbo a
las Costas de Cuba, esta acción sólo podía ser calificada como la mayor de las utopías, semejante tropa se proponía
liberar al pueblo cubano de las garras del dictador Fulgencio Batista, quien
con un ejército de más de cuarenta mil hombres, mantenía al pueblo sumido en un
régimen dictatorial y sangriento; pero al desembarcar en Cuba, las
tropas del embrión del Ejército Rebelde, tras los primeros enfrentamientos con las tropas cubanas, quedaron diezmadas y reducidas a doce hombres y siete fusiles, entonces la utopía lo hizo gigante, cómo lo fue su caravana triunfal recorriendo la isla desde el primero de Enero de 1959, cuando tras la huida de un Batista derrotado,
El Comandante del Ejército Rebelde condujo las tropas, para hacer su entrada
triunfal en La Habana.
Así, tras las primeras leyes de corte social, como las de Reforma Urbana y Agraria
que ponían en manos del pueblo los bienes acumulados por unos pocos, nació la
leyenda, el ídolo de masas, el ejemplo ante los demás pueblos de Latinoamérica,
sobre todo, por la firmeza de su pulso al estampar su firma, para expropiar los bienes de las grandes empresas
estadounidenses mayoritariamente dueñas de la economía cubana y ponerlos al servicio de los más desfavorecidos.
De este modo Cuba, un
pequeño país, con una población de algo más de siete millones de habitantes,
poco a poco, se vio ligada al mundo socialista, lo que empezó cómo una
Revolución social, paso a paso se fue convirtiendo en una Revolución Socialista, y Cuba se vio inmersa en la crisis de los misiles, se enfrentó a la
invasión opositora en Playa Girón o Bahía de Cochinos (la definición depende de que lado del
charco esté quien la mencione), pero en todos estos acontecimientos, siempre la figura de Fidel estuvo
al frente, hasta que, llegó el momento en el cual, tuvo que decidir entre
sumarse a la Perestroika y seguir a la URSS, o continuar su ruta “rumbo al socialismo”, ruta que no
fue más que el camino al declive, a la decadencia, de un pueblo y su líder,
huérfanos de ayudas, sumidos él, y todo el pueblo en la miseria, pero aún así, superó la visita del Papa Juan Pablo I, hasta que apareció Hugo Chávez y con
este, los intercambios que dieron oxígeno, al líder, y al pueblo, pero no
suficientes cómo para encontrar la puerta de la prosperidad y el bienestar, y "El comandante" aguantó el influjo de Benedicto XVI y seguramente influenció al más parecido a él, el Papa Francisco.
Hoy,
este hombre ha muerto, se marcha de este mundo, con sus luces y sus sombras, con
su carisma, ese que hace que, al encender la radio o la televisión, en el
mundo entero no se hable de otra cosa más que de él. Cuando pasen los años y
desde la distancia, la Historia
Universal analice la figura de Fidel Castro no le será fácil a los historiadores
encontrar su sitio justo, en nuestro caso, los cubanos, tenemos que dejar a un
lado nuestras posiciones políticas e ideológicas y sólo pensar en que, nos tocó
compartir nuestro tiempo, el mejor y el peor, con un hombre
que, condujo a nuestro pequeño país, al centro de la historia seduciendo al
mundo.